Reportajes Kōbai Un japonés en el Casanare Rodolfo Ardila Cuesta 17 de Septiembre de 2025 En La Hermosa, Casanare, Jaichi Jyumonji encontró algo que Tokio no le daba: cielo abierto, tiempo y comunidad. Entre arrozales y ganado, construyó parque, calles y salón comunal. Para él, Colombia es más valiosa de lo que imagina y su vida en el llano es una elección de libertad. Link copied to clipboard Este texto es publicado como cortesía de Rodolfo Ardila Cuesta, enviado especial COLPRENSAPublicado originalmente el domingo 27 de diciembre de 1987 en el Periódico La Tarde - Pereira, Risaralda La Hermosa, CasanareEn medio de la nada, a 14.243 kilómetros de su tierra natal —sin computadores, televisión y mucho menos teléfono— un japonés, ingeniero automotriz, cultiva arroz y maneja un hato de 30.000 hectáreas en el Casanare.Cuando Jaichi Jyumonji abandonó la gran hacienda de su familia —doce hectáreas— y entró junto con 4.000 japoneses más a trabajar en la planta de Toyota en Tokio, su mente no podía concebir un país donde las fincas se miden por miles de hectáreas.“Vivir entre 160.000.000 de habitantes en 377.484 kilómetros cuadrados donde nunca se ve el cielo porque lo tapa la polución y el hombre sólo tiene tiempo para estudiar y producir es la realidad de la que yo huí hacia América”.Hace veinte años llegó a Colombia para asesorar a los importadores de Toyota y descubrió un mundo en el que la velocidad de la vida la impone el hombre y no la producción, una tierra cubierta por estrellas y un cielo azul. Ese día, el imperio del sol naciente perdió a uno de sus hijos.El japonés cansónAunque La Hermosa no aparece en los mapas y la mayoría de los colombianos no sabíamos que existía, esta pequeña población cuenta con un molino que abastece de puro arroz oriental a los Llanos del país.Para las autoridades del Casanare esta localidad es simplemente un lugar a orillas del río Meta donde vive un japonés “cansón” que continuamente está pidiendo cosas como acueductos, alcantarillado, un muelle o un centro de salud.Como cualquier colombiano, Jaichi —que cambió la electrónica por la luz de las espermas y los automóviles por un tractor— ya aprendió a lagartear con la suficiencia de un protegido de congresista.El parque, la única calle pavimentada y el único salón comunal son obras suyas. Y viaja con frecuencia a Yopal para recordarles a las autoridades que La Hermosa existe. El vértigo de la llanuraCuando su compatriota y actual jefe, Bunshiro Takemoto, lo llamó para que dirigiera sus cultivos de arroz, el hato y el molino, Jaichi aceptó más por curiosidad que por ganas. Pero al conocer el llano, el vértigo de ver tanta inmensidad y belleza lo cautivó.“No pienso volver a vivir en Tokio. Mi familia y lo que tengo en Colombia, unido a todas las riquezas tanto materiales como humanas que ustedes poseen, hacen que esta tierra valga más de lo que ustedes mismos creen.”Pero no solo la llanura lo detiene. También hay en su vida una mujer, Yolanda Jyumonji, y dos colombo-japonesitos: Sakai Andrés y Yaiko Isabel.En su casa —donde lo único extranjero es él— la familia Jyumonji se encarga de recibir a los pocos extraños que, por necesidad o coincidencia, llegan a La Hermosa.La hospitalidad oriental es tan estricta que los vecinos no dudan en enviarles a todos los forasteros que requieren de un lugar donde pasar la noche. Solo extraña la comidaEl pescado crudo, las verduras y el sake son lo único que este súbdito del emperador Hirohito extraña de su lejano Japón. En todos los demás aspectos ya es tan colombiano como la ruana o el tejo.“Recorrer a caballo la finca, arriar el ganado, pasar las noches en un morichal y tomar café son para mí placeres que no cambio por nada del mundo.”“Japón es un país que toda persona debe conocer porque es la nación del futuro, pero vivir allí es inhumano. La velocidad con que se realiza todo, la falta de espacio y sobre todo la inexistencia de la naturaleza son algo que solo apreciamos en un país como Colombia.” Texto original del reportaje. Cortesía de Rodolfo Ardila Cuesta y Gabriel Eduardo Ardila Carrillo. End of the article Más en esta categoría Susurros de Japón en los Andes: cuando el anime tejió la realidad colombiana Leer más Shinrin-yoku: caminando entre montañas y niebla Leer más Contenido relacionado Shinrin-yoku: caminando entre montañas y niebla El tensiómetro indica que mi presión sanguínea está en 140/81, procedo a anotarlo en una ficha técnica que el personal del parque natural de Akasawa me ha dado1. El objetivo es comparar los datos de presión arterial antes y ... Read more Susurros de Japón en los Andes: cuando el anime tejió la realidad colombiana En los albores de los años ochenta, cuando el mundo digital era apenas un susurro lejano, las mañanas de los sábados y las tardes entre semana después de llegar del colegio, se transformaban en rituales sagrados. No existían Netflix ni You... Read more